El coronavirus llegó al país y los chilenos miran con inquietud la evolución de esta nueva enfermedad infecciosa, que tiene un alto riesgo de contagio.

El director de la Escuela de Nutrición y Dietética de la Universidad de Valparaíso, Rafael Jiménez, señala que, junto con seguir las orientaciones entregadas por la autoridad sanitaria, es necesario tener presente que se puede reforzar el sistema de defensas mejorarando la calidad de nuestra alimentación.

El académico explica que el cuerpo siempre está expuesto a distintas enfermedades causadas por agentes como virus y bacterias. Por eso es importante saber cómo fortalecer el organismo con una alimentación sana y equilibrada.

“Las defensas se pueden resentir tanto por un exceso de energía (como es el caso de la obesidad), como por un déficit energético (desnutrición), teniendo más posibilidades de contraer enfermedades infectocontagiosas”, sostiene el nutricionista.

Nutricionista de la Universidad de Valparaíso advierte que las dietas con restricción de calorías, de menos de 1.200 calorías al día, pueden hacer disminuir la función inmunológica.

A su vez advierte que las dietas desequilibradas con restricción de calorías, de menos de 1.200 calorías al día, pueden hacer disminuir la función inmunológica. Pero no sólo es cuestión de cantidad, sino que también de calidad: “Existen nutrientes que no pueden estar ausentes en una dieta equilibrada, ya que el organismo es el que se resiente y sobre todo nuestro sistema inmune. Las personas cuando hacen dieta lo primero que restringen son las grasas, y si bien esto es importante para controlar el peso, también influye en el funcionamiento del sistema inmunológico. La procedencia o calidad de las grasas que introducimos en nuestra alimentación es sumamente importante. Lo fundamental es disminuir el consumo de grasas saturadas e incluir en nuestra dieta grasas esenciales como, por ejemplo, la que nos aportan los pescados, frutos secos, aceite de oliva, aceite de canola, entre otros, de manera de asegurar un aporte equilibrado de diferentes aceites esenciales para el organismo”.

El nutricionista también destaca la importancia de los lácteos, particularmente los que contienen probióticos: “Se recomienda consumirlos diariamente, ya que se ha comprobado que aumentan las defensas del organismo, tanto en niños como en los adultos. Al respecto, una buena opción de probióticos la constituye el yogurt de pajaritos o kéfir”.

Vitaminas y minerales

Rafael Jiménez complementa que el consumo de frutas y verduras es fundamental, porque son ricas en compuestos bioactivos, vitaminas y minerales, los que fortalecen el sistema inmunológico. “Seguir una dieta balanceada, que incluya variedad de alimentos en las cantidades adecuadas, es lo primordial para fortalecer de forma natural nuestro sistema inmunológico. Por ejemplo, la vitamina C aumenta la producción de interferón (sustancia celular que impide a una amplia gama de virus provocar infecciones), por lo que la inmunidad se puede potenciar. El kiwi, el mango, la piña, el caqui, los cítricos, los pimientos, el tomate, las verduras de la familia de la col y las frutas y hortalizas en general tienen vitamina C. La vitamina C, como la E y la provitamina A, llamados carotenos (zanahoria, zapallo y frutas amarillas) cumplen además función antioxidante, lo que constituye una defensa contra el estrés y envejecimiento celular”, añade.

Respecto a los minerales, Jiménez señala que el déficit de hierro (más frecuente en jóvenes, embarazadas y adultos mayores) disminuye la proliferación celular (multiplicación y crecimiento de las células) y la respuesta inmunológica. El hierro se encuentra en el hígado, las carnes, el pescado, el huevo y, en menor proporción, en los lácteos. En tanto, la carencia de zinc, que es relativamente frecuente en niños, mujeres embarazadas, madres lactantes, ancianos y personas vegetarianas o que realizan dietas bajas en calorías, afecta fundamentalmente a órganos linfoides (que producen linfocitos) y a la respuesta inmunológica. El zinc se encuentra en mariscos, hígado, semillas de calabaza, quesos curados, legumbres y frutos secos, cereales completos, carnes, pescados, huevos y lácteos.